Habría que preguntárselo a ellos. Pero sospechamos que se debe a que originalmente el Gobierno estaba dormido al volante mientras se desarrollaba el arbitraje, permitiendo que su abogado español cometiera una serie de errores cruciales que acabarán costándoles caros. Más recientemente, el asunto parece haberse convertido en una excusa para la autopromoción política.

Tenemos poco interés en explicar la extraña forma en que los sucesivos gobiernos malasios han gestionado este asunto. Tuvimos una relación viable -aunque insatisfactoria- con el Gobierno malasio hasta que éste dejó de pagar el alquiler de los terrenos ocupados.

Pero conviene tener en cuenta que, desde 1963, el Gobierno filipino ha afirmado en repetidas ocasiones que Sabah forma parte de Filipinas por derecho. Este no es nuestro argumento jurídico. El territorio del sultán de Sulu en Borneo nunca formó parte de Filipinas, y así se confirmó específicamente en 1878 y de nuevo -cuando Filipinas era colonia estadounidense- en 1915.

Es lamentable que haya sido fuente de tensiones entre dos gobiernos que deberían mantener una relación amistosa. Especulamos que -si es que los funcionarios del gobierno malasio pensaron en ello- pueden haber presumido que la reclamación entrañaba el riesgo de debilitar los derechos de Malasia en favor de Filipinas. Los sucesivos Primeros Ministros (Najib y Mahathir) evitaron comprometerse e informarse sobre la reclamación, cuando les ofrecimos hablar directamente, en lugar de acudir al arbitraje.

Pero hay un patrón repetido de falsedades impulsadas por el Gobierno de Malasia, para desviar la atención de los errores que cometió en 2013. Incluso recientemente (en mayo de 2024) la Ministra de Justicia de Malasia sigue inventando. En una entrevista con una revista francesa de derecho afirma que el Gobierno malasio no sabe realmente quiénes somos, ¡y dice que cree que al menos uno de nosotros es malasio! Nuestras identidades están registradas y el Gobierno malasio las conoce desde hace años. Estamos identificados en documentos judiciales de todo el mundo. Ninguno de nosotros es malasio, ni lo ha sido nunca. No puede ser tan ignorante, así que se trata de una extraña mentira que cree que tiene que contar a todo el que quiera escucharla: Incluyendo al pueblo malasio. A esto hay que añadir la pretensión infantil de que un grupo semiinventado que, según ella, mantiene correspondencia con ella (y que, de forma útil e inverosímil, le dijo -según ella- que querían demandar a Malasia por la independencia ante los tribunales estadounidenses). Para que quede claro: Malasia tiene una historia constitucional de relaciones con Estados Unidos desde MA63. Los británicos y sus predecesores desde mucho antes. Aquí, adjuntos, están los cheques bancarios malasios que demuestran que nos conocen -y nos pagaron- por nombre.

El «giro» que Malasia da a la soberanía, las fantasías sobre el terrorismo y nuestro anonimato desvían la atención pública de la realidad más simple de una falta de gestión estratégica por parte de una serie de gobiernos anteriores. Pero esta gestión insatisfactoria es asunto del pueblo malasio. ¿Es este juego realmente la forma de defender la integridad de Malasia?