Provocó un arbitraje sobre Sabah y, por negligencia, no gestionó el caso. Y ahora está utilizando retrospectivamente un aluvión de relaciones públicas y una campaña desvergonzada de influencia política en varios países para intentar desacreditar ese arbitraje con la esperanza de que en todo el mundo los jueces se resistan a reconocer el resultado legítimo internacionalmente. Al mismo tiempo, muchos políticos malasios parecen decididos a engañar a su propio pueblo sobre cómo hemos llegado hasta aquí. Es comprensible: es bastante vergonzoso si eres un cargo electo.